Del recuerdo de un
cuento que leí en mi infancia, donde un niño en un pueblo de México encontraba
un antiguo espejo de obsidiana; encuentro una metáfora para hablar de lo
atemporal entre la vida y la muerte a través de la imagen fotográfica,
utilizando la técnica de colodión húmedo.
En el cuento, el
espejo pertenecía al dios Tezcatlipoca, que en náhuatl significa “espejo negro
humeante”. Se le atribuyen varias virtudes, entre ellas, que podía ver a través del espejo de obsidiana, el pasado,
presente y futuro. El espejo al ser
encontrado por el niño, a pesar de tantos años olvidado, conservaba sus
poderes. Fue así como pudo ver a través del espejo la historia de sus
antepasados, lo que pasó a la llegada y la conquista de los españoles.
Cuando ví por primera
vez cómo “aparecía” la imagen sobre la placa negra al poner el revelador, como
un déjà vu, vino el cuento del espejo a
mi memoria y las imágenes que a pesar
del tiempo conservaba en mi imaginación.
Simulacros de fe
extracto del texto por Irving Domínguez
Resultado de una colaboración con un equipo de
investigación que atendió a un conjunto de efigies religiosas al resguardo de
la Catedral de Guadalajara. Las imágenes ofrecen la desnudez estructural de
estas esculturas destinadas a la devoción, debido al proceso de rayos X al que
fueron sometidas. Presencias silenciosas y contundentes son aquí evaporadas,
descubiertas en la levedad de su constitución. Se afirman sus gestos, así como
los drapeados de una indumentaria que cubre con innecesario pudor una semejanza
con la corporalidad humana, las más de las veces interrumpida por el mismo
dispositivo de análisis.
Inútil negar su valor patrimonial, pero ante el
rostro con las cuencas vacías de San Nicolás de Bari, advierto el límite de la
imagen fotográfica (que es también su propiedad fundacional): un semblante
incompleto, una figuración veloz con pocos detalles, un vacío inaplazable, una
pantalla sobre la cual proyectamos nuestras obsesiones culturales.
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